VERGÜENZA CORDOBESA

Por Mariano Saravia

Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida. Y es que Córdoba atrasa, pero mucho más que lo que dice el tango Volver. “Sentir, que es un soplo la vida, que 20 años no es nada”, cantaba el gran Carlitos. Sin embargo, en Córdoba el atraso es mayor, podríamos cantar que 30 años no es nada. Porque siguen los viejos fastasmas que apestan de tanto pus y tanta carroña acumulada. En 1983, José Manuel De la Sota incorporaba a la política partidaria a Domingo Felipe Cavallo. Digo a la política partidaria porque en política ya había participado, durante la dictadura cívico militar. Primero siendo repatriado de Harvard por la Fundación Mediterránea, luego estatizando la deuda privada junto a Carlos Melconian, como funcionarios del Banco Central en las postrimerías de la dictadura genocida.

Pero en ese 1983, justo hace 30 años, con la recuperación de la democracia, De la Sota le hacía un favor grande a Cavallo reinventándolo, lavándole la cara, disfrazándolo de democrático y haciéndolo su asesor económico. Más tarde, en 1987, De la Sota lo haría diputado nacional a este paladín del Consenso de Washington. El resto, es más conocido, desde 1989 como canciller de Carlos Saúl Menem (declarado delincuente por la Justicia argentina, con una pena de siete años de prisión por traficante de armas) y a partir de 1991, superministro de Economía inventor de la Convertibilidad, la condena a muerte del pueblo argentino, que por suerte no terminó de matarlo.

En esa tarea de desindustrializar a la Argentina, Cavallo tuvo un lugarteniente fundamental, el entonces secretario de Industria Juan Schiaretti. Hoy los dos están procesados por la Justicia por el supuesto cobro de sobresueldos de parte del propio jefe del grupo: Menem.

Hoy, 30 años después, confirmamos aquella sentencia de Carlos Marx: “La historia se repite, primero como tragedia, y luego como farsa”. Hoy estamos en la parte de la farsa, con los mismos actores, mucho más decrépitos y fétidos que entonces, pero igual de dañinos.

Esta vez no es De la Sota el que lo lleva de la mano a Cavallo, sino “el Adolfo” y “el Alberto” Rodríguez Saá, dos aprendices de neoliberales que hicieron también su buen daño, tanto en San Luis como en la Argentina durante la semana que gobernaron, ya que fueron parte de la tragedia de diciembre de 2001.

Patético, como un arrepentido que no se arrepiente de nada, la primera declaración de Cavallo como flamante candidato a diputado nacional fue: “A mí me pegaron injustamente en los últimos años y me han cargado las tintas sobre cosas por las que yo luché”.

Y para confirmar que no hay tal arrepentimiento, dijo a una radio amiga (de él) como Mitre Córdoba: “Los hermanos Rodríguez Saá me hicieron el ofrecimiento y acepté. Yo voy a hacer campaña con las ideas que siempre he pregonado”. Esa frase constituye una verdadera afrenta al pueblo argentino, y hasta diría que jurídicamente constituye una verdadera apología del delito. Así como la actitud de los periodistas de la “radio amiga” de no preguntarle nada, no cuestionarle nada, constituye también una vergüenza para la profesión.

Después del drama argentino, de los muertos, de los nuevos desaparecidos económicos que dejó la Segunda Década Infame, es una vergüenza ponerle el micrófono a Cavallo para que diga lo que quiera: “Desde ya propongo eliminar las retenciones, eliminar el impuesto al gasoil y eliminar los impuestos extras a los combustibles como el caso de Córdoba”.

Ante el consentimiento de los periodistas en el piso, Cavallo se despachó contra el actual gobierno nacional: “Peor no podrían haber manejado la economía y ahora estamos en una situación de estanflación, la economía virtualmente estancada, con inflación creciente, con el gobierno interviniendo de manera irracional en todos los mercados”.

Su participación en la economía comenzó cuando fue subsecretario del Desarrollo del gobierno provincial (1969-1970), Director (1971-1972) y Vicepresidente del Banco de la Provincia de Córdoba, siempre durante la dictadura militar, primero con Onganía y luego con Lanusse. Luego fue también funcionario de la última dictadura cívico militar, la responsable del genocidio más espantoso de nuestra historia, primero como subsecretario del Ministerio del Interior y luego como presidente del Banco Central de la República Argentina.

En ese momento, las empresas endeudadas en dólares se vieron beneficiadas con un seguro de cambio establecido en la gestión de Lorenzo Sigaut en el Ministerio de Economía en el año 1981. Durante la gestión de Domingo Cavallo en el Banco Central se vinculó ese seguro de cambio con la tasa de variación de los precios, que al ser aplicadas ex post (aproximadamente 60 días después de su origen en los precios) captó todo el traslado a precios de la devaluación que se produjo.

Pero antes, el 6 de julio (día de la fundación de la ciudad de Córdoba) de 1977, por iniciativa de 34 empresas convocadas por Piero Astori, se creó la Fundación Mediterránea. Según su propia página web (http://www.ieral.org/site/data/default.asp) tenía como uno de sus objetivos “crear un foro apartidista donde se discutan los grandes problemas nacionales; donde hombres estudiosos aporten su inteligencia para diseñar soluciones económicas con el solo condicionamiento impuesto por la adhesión irrenunciable al respeto de la libertad y dignidad de la persona humana”.

Decir que el foro sería “apartidista” suena redundante y hasta cínico, ya que a mediados de 1977 los partidos políticos estaban proscriptos y se vivía la más cruenta represión política. En cambio, “la adhesión irrenunciable al respeto de la libertad y la dignidad de la persona humana” de una entidad tan poderosa, hubiera sido deseable en la época de los peores crímenes de lesa humanidad. Si esta gente hubiera movido un dedo por la libertad y la dignidad de la persona humana, quizá no estaríamos lamentando tantos desaparecidos.

Y no se puede aducir ignorancia de lo que estaba pasando. Según el periodista Daniel Santoro, una de las principales espadas del Grupo Clarín, cuando Cavallo en ese abril de 1977 volvió de Harvard, invitó a Córdoba a unos ex compañeros estadounidenses. “Después de un típico asado criollo, Cavallo pidió prestada una camioneta a unos amigos. Quería llevara a sus amigos americanos a conocer los alrededores de Córdoba…En medio del paseo, una patrulla militar detuvo la camioneta y les pidió que se identificaran… Con la escasa amabilidad que los caracteriza, los militares apuntaron a los graduados de Harvard con fusiles de combate… ‘¡Salgan de la ruta y caminen hacia campo abierto!’ gritó uno de los oficiales sin dejar de apuntarlo con el FAL… Uno de los economistas estadounidenses sufrió un ataque de histeria… El Proceso tuvo un instante entre sus prisioneros al futuro subsecretario Técnico-Administrativo del Ministerio del Interior y presidente del Banco Central” (Santoro, Daniel, El hacedor, Planeta, Buenos Aires 1994, página 98). Luego de identificarlos, los liberaron. Pero más allá de que el libro es de una obsecuencia repugnante, lo importante de la anécdota es que prueba que Cavallo conocía muy bien el terrorismo de Estado, hasta lo había sentido en carne propia.

En realidad, el hombre de San Francisco ya tenía experiencia en esto de colaborar con dictadores, porque en 1969 y a los 22 años, mientras sus compañeros de estudios se sumaban al Cordobazo, él era subsecretario de Desarrollo y Planeamiento de la Provincia durante la intervención del brigadier retirado Roberto Huerta. Luego de la caída de Juan Carlos Onganía, fue vicepresidente del Banco de Córdoba.

Según la misma página web oficial de la Fundación Mediterránea, “desde la fecha de su creación hasta 1982 desarrolló una amplia tarea de investigación que fue difundida a todos los miembros de la Asociación de Economía Política y a todos los sectores empresarios” y “la amplia labor de investigación realizada por el Instituto de Estudios para la Realidad de América Latina (Ieral), además de la presencia de Domingo Cavallo, convocado por el Gobierno nacional para ejercer importantes funciones que permitieron la aplicación de numerosas propuestas del Instituto”. De esta manera, la Fundación Mediterránea admite públicamente que la política económica de la dictadura fue obra propia, a través del hoy nuevamente candidato.

Esa política económica se basó principalmente en la desregulación financiera y la apertura total de la economía, lo cual afectó la balanza comercial y la cuenta corriente de la balanza de pagos; se reprimarizó la economía con su consecuente desindustrialización y se estableció el sistema de cambio conocido como “la tablita cambiaria”, que garantizaba la bicicleta financiera.

Los resultados, genocidio mediante, fueron que la deuda externa creció de ocho a 45 mil millones de dólares, el salario real cayó más del 30 por ciento y el reparto de la riqueza entre capital y trabajo pasó de un 50 y 50 a un 65 y 35 en favor del capital.

Una vez concretada la derrota de Malvinas y suplantado Galtieri por Reynaldo Bignone, la última tarea económica de la dictadura en retirada fue encargada a Cavallo, secundado por Carlos Melconian (PRO). Fue la de estatizar la deuda que tenían las empresas privadas.

Y aquí estamos, 30 años después, como si nada hubiera pasado, como si nada hubiera cambiado. Es frustrante y desesperante ver que pasó una generación y que los verdugos del pueblo siguen ahí. Los que antes castigaron a las grandes mayorías escudados en los Videla y los Menéndez, hoy se escudan en un sistema democrático que, de tan democrático que es, no es capaz de depurarse a sí mismo. La verdadera calificación de la democracia debería venir alguna vez por excluir del juego democrático a los ideólogos del genocidio, ¿pero cómo? Es difícil. Por eso ahí lo tenemos a Cavallo como uno de los candidatos. Por eso, la noticia de esta semana es que Córdoba suma una vergüenza más a su historia.

Paradójicamente, Cavallo enfrentará y competirá por el mismo segmento de votos con su ex socio: Juan Schiaretti, candidato de De la Sota, quien intrdujo a Cavallo a la política partidaria.

A Schiaretti lo secundan la locutora Blanca Rossi y Carlos Caserio, quien empezó a cruzar dardos con Cavallo: “Los argentinos saben quién es Cavallo. Se quedó con la plata de la gente, es el inventor del corralito”.

Pero no sólo con Schiaretti competirá Cavallo, sino también con otro de sus mejores alumnos: Oscar Aguad, cabeza de la boleta oficialista de la UCR (si es que supera las Paso y los planteos judiciales de sus correligionarios en su contra por violar la Carta Orgánica partidaria). Aguad compartió con Cavallo el desastroso gobierno de Fernando De la Rúa y la debacle de 2001. Aguad también comparte con Cavallo (y Schiaretti) la calidad de candidatos procesados por la Justicia. En el caso del radical, por el “extravío” de 60 millones de dólares en la ciudad de Corrientes cuando fue interventor federal. Pero sobre todo, Aguad y Cavallo comparten ideología, el obnubilamiento por el Consenso de Washington, el neoliberalismo, las reuniones de empresarios y todo lo que signifique la antipatria.

Lo nuevo

Para las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (Paso) del 11 de agosto próximo, los cordobeses encontrarán ocho fuerzas con lista de unidad y tres fuerzas que dirimirán internas (UCR, el vecinalismo y Unión por Córdoba). Sin embargo, de las 16 boletas que encontrarán en el cuarto oscuro, casi todo es viejo y conocido. De la vergüenza y de los fétidos fantasmas del pasado, ya hablamos. Pero el resto también es viejo y conocido, lo cual no es malo en sí mismo.

Sin embargo, hay dos expresiones nuevas, y yo diría que son coincidentemente las dos listas que plantean con mayor contundencia las opciones ideológicas hoy: las listas del Frente para la Victoria y del PRO.

Es cierto que Cavallo, Schiaretti y Aguad representan lo mismo, el viejo proyecto de la reacción liberal-conservadora. Pero más allá de los votos que puedan sacar, son expresiones de algo amogosado, que huele a viejo. También es verdad que se presentan el Movimiento al Socialismo (MAS) y el Frente de Izquierda y los Trabajadores, pero pasan los años y no logran hacer pie en las mayorías populares.

Y luego están las fuerzas ni, que no son ni una cosa ni la otra, que no son ni de izquierda ni de derecha, que no quieren ni que se les pida una definición, que la palabra ideología ni la conocen. Ahí están el juecismo aliado al socialismo descafeinado de Binner; ahí está también la Coalición Cívica-ARI; el vecinalismo y el olguismo.

En ese contexto, las verdaderas expresiones nuevas son las dos apuntadas, el Frente para la Victoria y el PRO, que al mismo tiempo responden a las dos expresiones que a nivel nacional marcan dos proyectos de país, los encabezados por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri.

En el caso del PRO, la cara nueva es la de Héctor Baldassi, ex árbitro de fútbol seducido por la política. En realidad, no se sabe qué es lo que lo sedujo, ya que su discurso tampoco es muy nuevo, es el de otorgarle un dudoso mérito a su proveniencia de afuera de la política. En realidad, un discurso antipolítica de alguien que no sabe o no entiende o no quiere confesar su proyecto político. El discurso de la nada. Quizá en este sentido sea bueno que lo hayan secundado de Laura Rodríguez Machado, ex legisladora y ex funcionaria municipal vinculada al Partido Demócrata, a la Ucedé y luego a Acción por la República, el partido que fundó justamente Cavallo. Mujer comprometida con las ideas liberales, puede dotar de contenido a la nada que representa Baldassi. Y puede expresar mejor el proyecto macrista de la restauración liberal-conservadora. Sin pelos en la lengua y argumentando con todas las letras por qué volver a los ’90.

En cuanto a la lista del Frente para la Victoria, es la otra genuina expresión de lo nuevo. Pero si Baldassi expresa la nada, o mejor dicho la tardía farandulización de la política, la lista del kirchnerismo en Córdoba expresa justamente lo contrario, un salto de calidad importante con dos académicos de fuste: la ex rectora de la Universidad Nacional de Córdoba, Carolina Scotto, y actual secretario de Políticas Universitarias de la Nación, Martín Gill.

Más allá de su capacidad intelectual, su integridad y honestidad probadas, estos dos académicos representan uno de los mayres éxitos del proyecto nacional y popular, pero eso será materia de análisis para otra nota. Eso sí, para contrarrestar la vergüenza cordobesa de llevar a los tres procesados candidatos (Cavallo, Schiaretti y Aguad), podemos mostrar también un orgullo los cordobeses: Scotto y Gill. CAVALLO